SANTI TENA
1996-1997: Sesión de tarde
Acabada la carrera, el sujeto trabaja durante una temporada en el estudio del pintor Manuel Sáez., quien le explica que solo hay dos tipos de pintores: los de la tortilla de patatas y los otros. A día de hoy, todavía no se sabe qué diablos quería decir con eso, pero el sujeto está tremendamente agradecido por todo lo que le enseñó. Al mismo tiempo, como no quiso hacer la mili, tuvo que pasar un año cumpliendo el servicio social sustitutorio. Amén de su espíritu aventurero y heroico, lo hizo en un bar de jubilados. Lo más duro fue repartir las cestas de Navidad. Durante ese periodo cambió su vida y su forma de pintar.
En 1996 el sujeto realiza la exposición Sesión de Tarde en la desaparecida y fugaz Galería Lunc de Valencia, donde el robo de imágenes de la etapa anterior se transformó en la creación de un pretendido mundo propio, generado a partir de los recuerdos de los más dispares mundos ajenos. Es decir, el sujeto sigue sin conseguir configurar un mundo propio si no es recurriendo constantemente a la cita. Por lo menos ahora logra liberarse de la tiranía impuesta por la imagen fija que le proporciona el robo de las imágenes ajenas, y deja de reproducirlas mecánicamente. Se abandona así la estética del collage pintado, y sus variopintos referentes cohabitan en espacios de voluntad escenográfica. Justifica su elección recurriendo al filósofo Baudrillard:
Necesitamos ilusionistas que sepan que el arte y la pintura son ilusión; que sepan, pues, tan lejos de la crítica intelectual del mundo como de la estética propiamente dicha (...), que todo el arte es primero un trompe-l'oeil, un engaña-ojo, un engaña-vida, como toda teoría es un engaña-sentido; que toda la pintura, lejos de ser una versión expresiva —y, por consiguiente, pretendidamente verídica— del mundo, consiste en erigir señuelos en los que la realidad supuesta del mundo sea lo bastante ingenua como para dejarse atrapar. (...) Recobrar, a través de la ilusión, una forma de seducción fundamental. (Jean Baudrillard, 1997. El complot del arte. Ilusión y desilusión estéticas)
Es evidente que el sujeto no solo es incapaz de generar sus propios iconos, sino que tampoco es capaz de hablar por sí mismo. Justifica esta carencia alegando que él es una víctima de la posmodernidad, y, para colmo, lo hace recurriendo a una nueva cita:
Es propio de los periodos alejandrinos y decadentes (…) razonar sobre los libros y no sobre la vida, escribir sobre los libros y no sobre las cosas, experimentar la vida de segunda mano sustituyendo su imagen con los productos de la imaginación, e imaginar frecuentemente con imágenes ajenas, de modo que no es la energía formativa, sino la supervisión de topos, lo que forma la experiencia. (Umberto Eco, 1984. Apocalípticos e integrados).
Definitivamente, el sujeto no tiene remedio.